"La llibertat no baixarà cap al poble, és el poble que ha de pujar cap a la llibertat" (Emma Goldman)

diumenge, 16 de març del 2025

Disminueix la capacitat d'aprendre?


 

(Article de l'analista de dades Jose Geffael publicat al seu compte de Twitter, basat en dades del progrés i les hores dedicades a la lectura dels alumnes dels EEUU).

La capacidad media de las personas para aprender, procesar información, utilizar el razonamiento y resolver problemas ha ido disminuyendo desde aproximadamente 2012, de acuerdo con las principales pruebas internacionales. 

A no ser que haya algún medicamento o ingesta de sustancias químicas usadas en la agricultura que esté provocando esto, la capacidad intelectual “subyacente” de las personas no puede haber disminuido en tan poco tiempo. 

 La encuesta Monitoring The Future, que realiza un seguimiento desde hace años de este problema, constata un insidioso y continuo aumento del porcentaje de personas que tienen dificultades para concentrarse o aprender cosas nuevas. 

Una de las principales hipótesis es que esto se debe al declive de la lectura y la escritura. Leer enseña a escribir, y escribir enseña a pensar. Si alguien no puede expresar bien lo que piensa por escrito, tampoco podrá hacerlo de palabra. 

El declive de la capacidad lectora y escritora se percibe principalmente a partir del año 2012, cuando comienza (1) el uso generalizado de los smartphones y las redes sociales, (2) el fin la infancia de juegos, (3) la infancia basada en el teléfono, Instagram, pornografía, etc., y (4) la caída en picado de la salud mental de los adolescentes. (Cfr. "Jonathan Haidt: Smartphones vs. Smart Kids"). 

A medida que la dieta informativa de la gente pasa de textos más largos y complejos a fragmentos cortos, y del texto al vídeo, los niveles efectivos de alfabetización de la gente disminuyen. 

No sólo vemos descensos en la alfabetización, sino también en la aritmética y otras formas de resolución de problemas. Esto sugiere una erosión más amplia de la capacidad de concentración y aplicación mental de las personas. 

El porcentaje de adultos en países ricos que son incapaces de utilizar el razonamiento matemático para evaluar asuntos sencillos, o que tienen dificultades para integrar y extraer una conclusión de la información contenida en distintos párrafos de un texto, ha aumentado hasta el 25%. 

La mayoría de los debates concluyen que la causa son los teléfonos inteligentes y las redes sociales, pero probablemente esto es una explicación incompleta. 

Yo apuntaría a algo más fundamental: un cambio en la relación entre nuestros cerebros y la información. La forma en que utilizábamos los teléfonos inteligentes y las redes sociales a principios de la década de 2010 era diferente a la actual. El uso era en gran medida activo, autodirigido. Seguíamos utilizando el cerebro. 

 Pero desde entonces hemos tenido:

 - La transición del gráfico social (ver una selección de contenidos de personas que conoces y con las que participas activamente) a los algoritmos (un torrente infinito de los contenidos más atractivos del mundo, con mucha menos participación activa). 

 - El paso de los artículos largos, que requieren que el lector sintetice, haga inferencias y reflexione, a frases cortas y autocontenidas (todo empaquetado en unos pocos mensajes, para impedir el pensamiento crítico). 

 - Una explosión del volumen y la frecuencia de las notificaciones, cada una de las cuales corre el riesgo de apartarte de lo que estás haciendo (igual de ridículo que si nos pasáramos el día abriendo y leyendo los cientos de cartas que un cartero alocado e hiperactivo no dejara en el buzón cada pocos minutos). 

Los estudios demuestran que el uso activo e intencionado de las tecnologías digitales suele ser benigno o incluso beneficioso. Pero su uso pasivo y las continuas interrupciones de las notificaciones tienen efectos negativos en todo, desde nuestra capacidad para procesar información verbal hasta la memoria y el autocontrol. 

Esto estaría en consonancia con el hecho observado de que no sólo hay un declive de la alfabetización, sino también un deterioro en el dominio de toda la serie de conocimientos y en el funcionamiento cognitivo más amplio. 

Los descensos no son universales. Algunas personas lo están pasando realmente mal, mientras que otras parecen no estar afectadas. Y la capacidad cerebral humana subyacente sigue ahí. Hay pruebas fehacientes de que se puede recuperar, re-entrenar a la gente para que aplique su potencial con más eficacia. 

Pero la recuperación dependerá tanto de nuestro potencial como de nuestros hábitos. Y todo indica que, para muchos, los hábitos digitales están obstaculizando recuperar sus capacidades.