(M'ha agradat el paral·lelisme que fa l'autor de l'article, el Llicenciat en Ciències de l'Educació Salvador Rodríguez, entre el nostre model d'escola i una cursa atlètica de fons. Molt d'acord amb la crítica).
Imagina
la línea de salida de una carrera de 12 km en la que van a participar
unos 30 chicos y chicas. Ninguno de ellos ha elegido libremente
participar en esta competición, pero todos saben que su futuro (laboral,
pero también personal) dependerá en buena parte de su posición de
llegada.
Estos
chicos y chicas solo tienen en común su edad cronológica. A algunos de
ellos les gusta correr y tienen buenas condiciones para ello. De entre
estos, los hay que tienen talento para las carreras de fondo y otros,
para las carreras de velocidad. También los hay a los que no les gusta
correr, los que tienen grandes condiciones para otras actividades
deportivas e, incluso, hay algunos que presentan algún hándicap físico.
A
pesar de la diversidad, todos tienen que participar obligatoriamente en
esta carrera de 12 km, sin tener en cuenta sus diferencias personales,
ni sus intereses ni sus habilidades o talentos. Se les va a juzgar a
todos bajo las mismas condiciones y se les va a exigir a todos que
lleguen los primeros o su participación en esta competición se va a
valorar como un fracaso. ¿No te parece que las condiciones en las que se
celebrará la carrera son injustas? Ahora piensa en cómo son las escuelas.
¿Eres capaz de ver el paralelismo?
La
escuela cuyo objetivo es ganar es una escuela selectiva, competitiva,
pasiva y reproductiva; cuando en realidad la escuela debería de ser
inclusiva, cooperativa, activa y creativa. Es una escuela que se
sustenta en una premisa que suele ser falsa en demasiadas ocasiones:
Un expediente académico excelente es sinónimo de
más y mejor aprendizaje
En
realidad, un buen expediente académico suele significar una buena
capacidad para adaptarse al sistema: memorizar a corto plazo unos
contenidos para responder un examen y luego olvidarlos.
En
la escuela, todos y cada uno de los alumnos y alumnas deberían tener la
posibilidad de desarrollar sus talentos y de perseguir sus sueños (o
buscar su Elemento como diría Ken Robinson). En esta escuela, el nivel
de exigencia en cuanto al trabajo y el nivel de lo que debe estudiarse
debe necesariamente muy alto.
Hay que
exigir a cada alumno el máximo de sus posibilidades. Hay que proponerle
retos y desafíos que despierten su curiosidad y despierten el interés
por el aprendizaje. No se trata de que los alumnos hagan solo lo que les
venga en gana… se trata de personalizar el aprendizaje para exigir el
máximo a todos y cada uno de ellos, pero disfrutando del proceso de
aprendizaje. En esta escuela todos ganan, nadie se siente derrotado ni fracasado.
En esta escuela no se enseña a ganar,
se enseña a vivir
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